Odín
Jorge Luis Borges y Delia
Ingenieros
Se refiere que a la corte de Olaf
Tryggvason, que se había convertido a la nueva fe, llegó una noche un hombre
viejo, envuelto en una capa oscura y con el ala del sombrero sobre los ojos. El
rey le preguntó si sabía hacer algo, el forastero contestó que sabía tocar el
arpa y contar cuentos. Tocó en el arpa aires antiguos, habló de Gudrun y de
Gunnar y, finalmente, refirió el nacimiento de Odín. Dijo que tres parcas
vinieron, que las dos primeras le prometieron grandes felicidades y que la
tercera dijo, colérica:
-El niño no vivirá más que la
vela que está ardiendo a su lado.
Entonces los padres apagaron la
vela para que Odín no muriera. Olaf Tryggvason descreyó de la historia, el
forastero repitió que era cierto, sacó la vela y la encendió. Mientras la miraban
arder, el hombre dijo que era tarde y que tenía que irse. Cuando la vela se
hubo consumido, lo buscaron. A unos pasos de la casa del rey, Odín había
muerto.
FIN
Un sueño
Jorge Luis Borges
En un desierto lugar del Irán hay
una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la única habitación
(cuyo piso es de tierra y que tiene la forma del círculo) hay una mesa de
madera y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a mí escribe
en caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que en otra celda
circular escribe un poema sobre un hombre que en otra celda circular... El
proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisioneros escriben.
FIN
Los dos reyes y los dos
laberintos
Jorge Luis Borges
Cuentan los hombres dignos de fe
(pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de
Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó a construir un
laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban
a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la
confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres.
Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de
Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar
en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la
tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no
profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia
tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún
día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los
reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribo sus castillos, rompió
sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y
lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: "Oh, rey del tiempo
y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un
laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha
tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni
puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que veden el
paso." Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en la mitad del
desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con aquel que no muere.
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario